Creo que la mayoría de las penas modernas provienen de ese mal bicho antaño inventado y de compulsiva manera sobrealimentado por los distintos discursos de la sociedad: nuestro coleguita, el señor ego. El verse en situaciones comprometidas y dejar de hacer lo que de verdad querríamos hacer por motivos como el orgullo, ridículo o discreción apela todo hacia una imagen impuesta por el exterior con demasiadas exigencias y expectativas.
Joder, basta de tanta teoría, Alicia. Simplemente una nota para recordar: mejor ser ridículo, obviar la necesidad del ojo por ojo, y actuar conforme lo que realmente te dictamina no la cabeza, no el corazón, sino algo más ancestral, más inherente a tu ser: trust your guts, kiddo -and stop worrying so much about keeping your cheen up, for God's sake!
Po ea, a dormir
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