Transcripción de texto: fragmento del capítulo 17, Vida de Pi, Yann Martel
Los católicos son harto conocidos por su severidad, por su dureza a la hora de juzgar. Mi experiencia con el padre Martin fue muy diferente. Se mostró muy atento conmigo. Me sirvió té y galletas en un juego de té que tintineaba y vibraba con solo tocar las piezas. Me trató como un adulto y me contó una historia [...]
Y vaya historia. Si me atrajo fue porque no daba crédito a mis oídos. ¿Cómo? ¿Que la humanidad peca y quien lo paga es el hijo de Dios? Intenté imaginarme a mi padre diciéndome:
- Piscine, ayer un león se coló en el recinto de las llamas y mató a dos de ellas. Ayer otro león acabó con un ciervo negro. La semana pasada otros dos se comieron un camello. La semana anterior les tocó a los tántalos indios y las garzas. Esto no puede seguir así. Hay que tomar medidas. Así que he pensado que la única manera de expiar los pecados de los leones es que te coman a ti.
- Sí, papá. Eso sería lo correcto y lo lógico. Espera que acabe de lavarme las manos.
- Aleluya, hijo.
- Aleluja, padre.
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