martes, 25 de septiembre de 2012

Punto de inflexión - Lost in translation

Tengo la sensación de que si ahora mismo fuera otro tipo de persona, no me sentiría tan infeliz.

El caso es que prácticamente tengo mi titulación de Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas en mi mano. Según le dé a la burocracia académica, me quedan más o menos pocos créditos de libre configuración para poder cerrar el expediente.

Pero no quiero cerrar expediente. Por un lado eso significaría que mi vida como estudiante universitaria termina, y por otro que no podría acceder a las prácticas laborales FARO en las que actualmente estoy inscrita. Por continuar mi vida estudiantil he hecho los intentos de entrar en segundo ciclo de periodismo en Sevilla (fallido) y en la segunda fase en Filología Inglesa por la Universidad de Granada, simultaneando los estudios con mi expediente abierto en Publicidad -lo cual no sé si siquiera intentaría aún me concedieran plaza, pero bueno, ahí está la solicitud hecha.

Por otra parte, cuando cierre mi expediente -hecho venidero irrevocablemente-, tendría la oportunidad de hacer un máster, que excepto en relaciones internacionales o alguna cosa con proyección laboral internacional no me llama especiaolmente la atención.

Soy ese tipo de persona que conforme iba avanzando en los años de la licenciatura miraba hacia atrás con nostalgia de las clases más teóricas. También soy del tipo de persona que, en los años bien, salía en verano al extranjero a practicar inglés, además de haber cursado recientemente un año Erasmus en Portugal. Podría llamárseme del tipo 'culo inquieto'.

Actualmente estoy en Conil, mi pueblo de origen. Tiene una población de algo más de 20.000 personas. Vivo con mi madre pero lunes y miércoles como con mi padre, que tiene una pequeña empresa cuyo capital humano en sus tiempos esplendorosos contaba con la friolera de 65 empleados. Ahora no tiene más de 10 y con la crisis le cuesta pagarles, por lo que en verano y -he aquí uno de los motivos de mi desdicha-, hasta nuevo aviso de oportunidad laboral exterior, no me ha pagado. No me importaría tanto si no llevara toda mi vida de becaria y si tuviera algo más que hacer, pero pasar 3 horas por la tarde en una academia fantasma es un tanto deprimente. Se trata más de un deterioro anímico que a nivel mental.

Creo que si fuera otra persona sería feliz. Aunque no me paguen siempre puedo pedirle dinero cuando me hace falta -si bien la dependencia económica también es otro factor angustioso. Sin embargo, es ésta una sensación rara, como de no pertenecer a este sitio, como que algo más allá me llama.

Tiene que ver con haber probado la miel de la independencia por 4 años en Sevilla y uno más en Braga, de forma incluso más intensa. Tiene que ver con el saber la cantidad de posibilidades que veo fuera, y nunca cerca. Tiene que ver con que este es el hogar del verano, y mi necesidad de buscar la primavera.

Me gusta pensar que no soy la única persona que está experimentando esta sensación de incertidumbre, de desasosiego con respecto al futuro, esta carga opresiva del '¿y qué vas a hacer con tu vida?'. Me consta que no estoy sola en este camino, y eso de alguna manera me consuela -poco, pero me consuela.

No obstante, algo curioso me pasó hoy. Desperté en casa de mi prima, que me invitó a cenar y a dormir allí. Salí sin hacer ruido, y aunque menos de lo que desearía aún era temprano, mi intención de tener un día productivo aún podría verse realizada. Hacía fresco y tenía el mp3 conectado -Viva la Guerra, de Standstill-, y la sensación cuando me acercaba a mi casa fue de que algo bueno y grande se acercaba.

Casi con urgencia aceleré el paso y encendí el ordenador, esperando alguna noticia que supusiera un punto de inflexión en esta indeseada rutina. Y para mi sorpresa, no tenía ningún mensaje que dijera que mi vida iba a cambiar de un momento a otro. No había ni el más mínimo indicio real de esa profética sensación; en efecto, un poco frustrante.

Aún así quiero hacerme una propuesta a mí misma. Esa sensación viva y fugaz me transportó por un momento a un estado de felicidad e ilusión que he decidido atesorar. Porque tengo el presentimiento, o más bien la creencia, de que si realmente confío en esa vibrante posibilidad, un día de estos se me verá concedida.

Y es que dentro lo sé, que algo bueno me espera lejos de aquí. Algo por lo que no perder la esperanza, algo por lo que volver a sonreír, con ganas.




No hay comentarios: