Estoy tan pero tan cabreada con Anatomía de Grey. Corrijo, estoy cabreada conmigo misma por engancharme a una serie como Anatomía de Grey, y aquí viene el porqué.
Desde la noche de los tiempos, el hombre se relaciona con la mujer desde el sexo, y la mujer se relaciona con el hombre desde los sentimientos. Es algo que está cambiando porque hoy día muchas mujeres prefieren jugar a ser hombres y viceversa, hombres que van de sensibles -los menos.
El caso es que el hombre siempre ha tenido muchas más limitaciones anímicas que la mujer, y es por eso por lo que normalmente es ella la que se encarga de guiarle a él en el camino de la madurez emocional, porque tiene mucha más capacidad aprehendida en ese aspecto.
Ahora bien, y una vez aclarado esto, me toca sobremanera los ovarios ver como la industria audiovisual estadounidense, no tomando como caso particular aislado esta serie sino de manera general, pinta la imagen del hombre fantasbuloso y guapérrimo que salva a la indolente y emocionalmente dañada damisela desvalida.
¿Soy yo la única que ve la ironía? ¿Sólo yo reconozco que la actitud compasiva y protectora hacia los perrillos abandonados es más propia de una mujer que de un hombre? Porque si es así, ¡vaya tela!
Me gusta la serie porque de alguna forma dibuja el universo paralelo en el que querría vivir, siendo cuidada y mimada por mi atractivo doctor, dispuestísimo a comprometerse con la relación. Pero, llamadme prejuiciosa, anticuada o lo que queráis, yo sigo pensando que los tíos piensan con el pene.
Y ahora sí, a dormir tranquila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario