Y la lluvia siempre fue el más melancólico de los fenómenos atmosféricos. Siempre me transportó a días de otoño en los que llegaba a casa con los zapatos sucios, en los que el olor a hierba mojada me arropaba antes de que lo hiciera el fuego en la chimenea.
Ahora que los años han pasado y vivo "por mi cuenta" en un lugar que podría llamar hogar pero difiere de la casa donde siempre he estado; ahora que todo aquello se me antoja más lejano, que la lluvia ya no trae un dulce regozijo en la nostalgia, que el calor que puedo absorver es el de una taza que se haya pasado en el microondas. Ahora que la inocente infancia se me antoja tan temprana me pregunto, ¿tan feo es hacerse mayor?
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