domingo, 10 de febrero de 2008

Viento y enfermedad

Un par de escritos bastante breves que escribí ayer, después de bastante tiempo

El viento me traspasa y cala en lo hondo, dejando volutas pletóricas de frío pegadas en el alma.El viento cruel, a cuyos ojos soy una hoja de papel con la que jugar y alzar en vuelo.Ese viento que, inmenso, se apiada de nosotros. Piensa, esos monigotes esclavos de la gravedad, pobre de ellos, no saben lo que es volar, lo que es sentirse libre, lo que es no tener que pensar en el rumbo que tomar. Sin guiarme recorro caminos, donde me lleva una voluntad que no me pertenece pero que no rechazo ni reprimo. Primero como brisa y a ras de suelo, acariciando rostros, haciendo florecer sonrisas y voy creciendo, tomando fuerza, despeinando espigas y arriba, arriba, arriba. Paro un segundo. El infinito a mi alcance y el mundo que yace en mi suspiro.Pobres esclavos, piensa, antes de retomar el cielo.

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La calidez de su rostro no expresa el desventurado frío de sus entrañas. Le pesa el cuerpo, sobre todos las sienes y, dentro, el alma.De repente el hielo se torna fuego y su figura se desnuda entre sábanas blancas. Sus mejillas febrilmente rosadas son el único punto de color en su piel pálida, en su inmaculado lecho. Las mejillas rosas y los carnosos labios rojos exhalando tristeza además de enfermedad.- Querida, espero que mejores pronto, pero te sienta tan bien la virulencia.Y se dibuja un pequeño gesto de satisfacción tras el que vuela la indiferencia; las arenas del sueño le harán bien.

Adelante, criticad

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