En italiano lleva música serena y al leerlo suena fácil, "dejarse ir", pero qué difícil resulta a veces de aplicar.
Luchar, resistir, aguantar, detenerse, controlar nuestra vida, lo que sentimos y lo que no sentimos, hacia donde vamos y hasta donde llegamos. No pasarse de la raya porque la gente habla, porque está mal visto, porque los principios heredados lo han establecido y quedaron marcados a fuego en nuestra conciencia que siempre debe estar consciente... porque ser inconsciente es sinónimo de atolondrado e irreflexivo.
¿Adónde fue a parar la inocencia del dejarse ir y fluir como río cristalino sin torcer nuestro cauce? Los condicionantes son tantos que cuesta sentir hacia donde dejarse ir y nos quedamos sin irnos, detenidos muchas veces en la nada cotidiana. Haciendo lo marcado, robotizados de obligaciones, y así nos vamos endureciendo, convirtiéndonos en roca inconmovible e nammovible.
Lascia andare es ser sin pretender parecer, es sentir en lo más hondo la vida, es un ir fluyendo escuchándonos, obsevándonos. Respirando nuestra esencia más íntima. Es un responsable me conozco, me respeto y me amo. Y precisamente por eso me dejo ir, me dejo ser, me lascio andare. Brotando entre cascadas, abriendo mi puerta interior, durmiendo dentro de mi cuerpo y en lo más profundo de mi alma. Sin las ataduras de los que nos quieren atar castrándonos, en un vuelo de sueños libres. En el 2008, lascia andare.
abecerra@adn.es
The end, por Ángela Becerra. ADN, 26.12.2007.
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