miércoles, 23 de enero de 2008

Mundo estático

El mecanismo de la caja de música se pone en marcha. Se puede distinguir cada una de las pequeñas púas del cilindro que rota sobre sí mismo. Y la música, antes dulce, se torna estridente y demencial para la bailarina, esa bailarina que se cansó harto tiempo atrás, de su monótono baile, en lo estático de su imposible figura. Pero, ¿qué es? ¿Qué es aquello que se acerca por los valles de espiras bicolores? Se asemeja a un montón de palillos animados que componen una forma humanoide no detallada. Y tiene..., son hilos, eso parecen, lo que le cuelgan de los miembros y la flexible cabeza. Están cortados. Espera, ¿cómo es posible? Se mueve sola esa figura cenicienta? Eso es lo que puede apreciar la bailarina desde la caja de música, en penumbra, con su canción desacorde. Grita. Hazlo, grita! Ruge en el interior pero fuera nada, ni un murmullo, ni una nota más descolocada. Quizás lo único raro es que el títere se le acerca, por estar en su camino posiblemente, y la observa en su rotación permanente.
"Quiero salir, por favor, quiero salir. Necesito salir". Oh, santos acordes! Escucha, monigote con cables, el deseo de la blanca danzarina. Atiende su llamado que incluso yo percibo la aprehensión que sufre.
La música se congela, las pajaritas de papel dejan de volar por el tablero de ajedrez. El tiempo se detiene en la llanura del ocaso y el génesis.
La marioneta se acerca curiosa a la frágil figurilla de la caja. Discierne la gama de grises que conforman su cuerpo. Mira dentro de los ojos inertes...
Pero..., no tiene vida. No, ella no vive, ella no podrá deshacerse del torniquete que la aprisiona por sus pies, no. No puede. El títere fija su mirada en el opaco pigmento de la de la bailarina.
Y, a pesar de que no existe el menor indicio de respuesta, pregunta.
- ¿Te gustaría venir conmigo?

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