Tiene los labios rotos porque la llama del amor acostumbra a pastar en ellos,
la sonrisa de los que conocieron demasiado tarde una traición irracional.
La mirada desagradable del inocente escrutinio,
una estrella decadente que tiñe de gris al pasar.
Símbolo de la melancolía, de las tardes oscuras lluviosas,
de las farolas solitarias tilitantes, de los gatos callejeros buscavidas.
Es pura nostalgia envasada al vacío en un cuerpo de cristal de formas femeninas,
tristeza concentrada en un sonriente gesto de indiferencia,
un cuento cenizo que vaga de crepúsculo a amanecer
corriendo con la lluvia a ras de la acera.
Es un intento de poesía arítmica ortopédica, pero en ese momento me salió así y de este modo quedó
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