Este libro se estipula uno de los más biográficos de Bukowski. Al contrario de lo que pueda sugerir su evocador nombre (y portada de la edición que yo tengo, en añadido), no está escrito desde un enfoque especialmente erótico o filosófico-trascendental (de momento he encontrado poca miga existencialista). Está escrito con las manos curtidas de un cincuentón borracho que tiene -aún a sus años- problemas para relacionarse con el sexo opuesto.
A grandes rasgos, podría decirse que Bukowski, bajo la máscara de ficción del escritor Henry Chinaski, se limita a poner por escrito sus -inesperadamente- abundantes relaciones sexuales, sugiriendo de vez en cuando una segunda lectura los actos que se suceden.
Es por todo ello por lo que decidirme por algún fragmento me ha llevado un tiempo, y de hecho ha habido un momento en el que he dejado de pensar que iba a subir un trocito porque demasiadas partes me parecían buenas. Finalmente me he quedado con este par de escenas -que paso de contextualizar, así vuestra imaginación se vuelve algo más participativa (y espero que vuestros comentarios mucho más visibles para mi persona, LECTORÍSIMOS MÍOS!).
Al grano ---> .
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Finalmente me dormí. Cuando me desperté por la mañana, Katherine estaba sentada en el borde de la cama cepillándose toda aquella extensión de cabello marrón rojizo. Sus grandes ojos oscuros me observaron al despertarme.
- Katherine -dije-. ¿Te quieres casar conmigo?
- No, por favor -dijo ella-. No me gustan esas cosas.
- Lo digo en serio.
- ¡Oh, mierda, Hank!
[...]
- ¿Hank?
- ¿Sí?
Miré a Katherine. Ella seguía cepillándose el pelo. Sus grandes ojos oscuros me miraron, estaba sonriendo. Dijo:
- ¡Es solamente sexo, Hank, solamente sexo!
Entonces se rió a carcajadas. No era una risa sardónica, sino feliz. Se cepillaba el pelo y yo puse mi brazo alrededor de su cintura y dejé descansar mi cabeza sobre su pierna. No estaba bastante seguro de nada.
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[...]
Las relaciones humanas eran extrañas. Quiero decir que pasabas un tiempo con una persona, comiendo, durmiendo y viviendo con ella, amándola, hablando con ella, yendo a los sitios juntos y, de repente, todo cesaba. Luego había un corto período de tiempo durante el cual no estabas con nadie, pero entonces otra mujer aparecía y tú comías con ella y jodían con ella y todo parecía tan normal como si hubiese estado esperándote a ti. A mí nunca me parecía bien estar solo, algunas veces no me sentía mal, pero nunca me parecía bien.
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Y eso es todo, amigos. Si queréis más seguro que contáis con alguna librería cerca. O con la biblioteca de la facultad, que creo que lo tiene entre sus títulos.
Mujeres. El otro día mientras estaba recostada en el pecho de un chico pensé en hacer recopilación desde una perspectiva parecida a esta. Hombres, de Alicia García. ¿Te apetecería un pequeño aperitivo, querido?
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